La localidad de Santa Cruz de la Serós es famosa por su arquitectura tradicional, con viviendas de piedra rematadas con el típico tejado de losas, y las espectaculares chimeneas troncocónicas. Estamos en uno de los pueblos de mayor valor arquitectónico de la comarca.
El apellido "de la Serós" proviene de su vinculación secular con las religiosas (sorores o serores, en aragonés) que hasta finales del siglo XVI habitaron en el monasterio de Santa María.
El monasterio fue fundado por Ramiro I de Aragón hacia el año 1060 y destinado originalmente como cenobio femenino reservado a las propias hijas del rey y de la alta nobleza aragonesa. La monumental iglesia de Santa María, joya del románico aragonés del siglo XII, ha pervivido practicamente intacta, mientras que las diversas dependencias del monasterio fueron desapareciendo con el paso del tiempo.
A la salida del pueblo, está la iglesia parroquial dedicada a San Caprasio. Esta es una construcción típicamente lombarda, que probablemente data de los siglos X-XI. En la cabecera se levanta una robusta torre, obra de finales del siglo XII.
Santa Cruz de la Serós cuenta con consultorio médico, servicio de correos , pista polideportiva y la posibilidad de contratar actividades de deportes de aventura, que se desarrollan en el entorno.
Monasterio de San Juan de la Peña
Desde la población parte la carretera -y el servicio de autobuses- que une Santa Cruz de la Serós con el Monasterio de San Juan de la Peña.
Sitio Nacional desde 1920, en este lugar confluyen de manera excepcional destacados valores naturales, históricos y culturales. Aquí se encuentra el que fuera monasterio más importante de Aragón en la Alta Edad Media. Además, el Sitio Nacional de San Juan de la Peña es un reducido pero valioso espacio natural cuyos límites coinciden con los del Monte Pano. Bajo los escarpes, en una enorme visera de roca, se encuentra el viejo cenobio, centro monástico emblemático de Aragón que fue declarado Monumento Nacional en 1889.
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El Monte de San Juan de la Peña constituye uno de los más destacados ecosistemas aragoneses de media montaña. A pesar de que durante las privatizaciones, consecuencia de la "Desamortización", se produjeron importantes modificaciones en la masa forestal, el monte de San Juan de la Peña cuenta con gran riqueza vegetal y faunística. En 1920 se declaró el Sitio Nacional de San Juan de la Peña, convirtiéndose en el tercer Espacio Natural Protegido del Estado. En la actualidad está reclasificado como Monumento Natural. Se trata, al igual que Oroel, de un enorme sinclinal colgado de conglomerados, con cimas en los montes de Cuculo y San Salvador.
En las zonas más protegidas hallaremos plantas que requieren una mayor humedad atmosférica, pudiendo incluso localizar en zonas altas de influencia oceánica algunas especies animales y vegetales propias de las altas montañas. En los acantilados se desarrollan especies rupícolas de gran interés botánico, como la oreja de oso, la valeriana longifolia, etc. Las setas y aves completan un ecosistema lleno de vida.
El Parque Cultural de San Juan de la Peña combina el patrimonio -Monasterio Viejo de San Juan de la Peña (Bien de Interés Cultural), Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña (Bien de Interés Cultural), Iglesia del Monasterio de Santa María (Santa Cruz, S. XII, BIC), Iglesia de San Caprasio (Santa Cruz, S. X, BIC)- con el medio ambiente. El área está considerada Lugar de Interés Comunitario (LIC) y declarada zona ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves). No en vano, la Sierra de San Juan de la Peña alberga una de las poblaciones más numerosas de quebrantahuesos, buitre leonado y buitre negro de la península Ibérica.
Los pinares, abetales y encinares de San Juan son el paraiso del aficionado a la micología. Numerosas especies con gran valor culinario aparecen en las praderas y bosques de esta sierra prepirenaica. Ceps, Níscalos, Coprinus, Macrolepiotas, Campiñones, Usones... etc.
Entre la ornitofauna es de destacar, sin duda, la notable presencia del buitre leonado o común. Otras rapaces carroñeras como el alimoche, que permanece en nuestra tierra de marzo a septiembre, o el escaso quebrantahuesos, gustan también de estos medios inaccesibles para gran cantidad de posibles depredadores.
Pero el roquedo de San Juan de la Peña está también habitado por negros cuervos y chovas piquirrojas, por avecillas rupícolas como el vencejo real, el colirrojo tizón, el gorrión chillón, el avión roquero o la garduña.
En invierno, el treparriscos deambula con habilidad por las más enhiestas paredes, tanto de forma ascendente como descendente. El pinar es el hábitat de numerosas aves forestales: picos picapinos, carboneros garrapinos, herrerillos capuchinos, gavilanes, azores, agateadores, mosquiteros... que recorren los troncos, ramas y copas arboladas de estas selvas montañosas. Los sigilosos pasos de mamíferos como la gineta, la garduña o el gato montés pasan prácticamente desapercibidos.
Otro bosque de coníferas a destacar en el conjunto de San Juan de la Peña es el abetal seco. En el interior del abetal del Barranco de la Carbonera se escucha a menudo el reclamo del pito negro, el mayor de nuestros pájaros carpinteros. El agateador norteño, el piquituerto o el carbonero son algunas de las especies aladas propias de estos ambientes.
Al destacable elenco de especies vivas asociadas a los bosques de coníferas de San Juan de la Peña, hay que añadir las que viven y se desarrollan en torno a los bosques de frondosas y caducifolias. Tanto la encina como el quejigo fructifican en otoño, dando lugar a las bellotas que devoran con fruicción numerosos animales que viven en estos bosques como el jabalí o las palomas torcaces.
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